top of page

La otra cara del narcotráfico : Vidas que se van

  • Foto del escritor: Tec Facundo O Ordeig
    Tec Facundo O Ordeig
  • 18 nov 2018
  • 3 Min. de lectura

En realidad no importa el círculo social al que pertenezcas, tampoco tu educación, menos aún la zona o el Departamento en el que residas, cada uno de nosotros puede conocer a un consumidor problemático de estupefacientes pues esta es quizá la democracia más perfecta que conoceremos, directa o indirectamente, pues aunque existen factores de riesgo que “facilitan” el acceso a la misma, sin importar si uno se encuentra en un asentamiento o en pleno centro de Punta del Este, se pueden encontrar casos, cada uno de ellos grave y único en un sentido u otro. Lamentablemente puedo hablar con propiedad por haber perdido grandes amigos a raíz de esto, lentamente el consumo de éxtasis y de ácido lisérgico hizo que fuesen irreconocibles tanto para mí como para sus familias, con gran dolor solo puedo decir que espero que hayan encontrado la ayuda necesaria y que no sea demasiado tarde para ellos. Comencemos, y recordemos que perder la vida significa más que morir.


En primer lugar es necesario que se comprenda que, aunque no debemos criminalizar a quien consume dado que es una enfermedad, la misma debe contar con una política de Estado firme que tenga un marco de prevención, un marco de disuasión, y un marco de represión, involucrando a cada una de las reparticiones del Estado, una tarea sin duda complicada pero no imposible en la que se necesita de profesionales de las distintas ramas, adictos rehabilitados, jóvenes que puedan aconsejar a los primeros sobre cómo piensa en verdad su generación, compromiso y la correcta asignación de recursos por parte del Poder Ejecutivo. Y aunque debí de hacerlo antes, es necesario aclarar que, al hablar de represión, me refiero a la posibilidad de implementar un programa de rehabilitación obligatorio para ciertas situaciones críticas como, por ejemplo, personas sin hogar adictas a la pasta base, hombres o mujeres que han sido denunciados por consumir delante de sus hijos pequeños, o quien maneja un vehículo bajo los efectos de alguna de las tantas clases de narcóticos que existen.

¿Drástico? Sí, lo reconozco, pero debemos detener el constante flagelo a nuestra sociedad o ceder ante el, lo cual, no se puede permitir, puesto que no solo quien ha decidido entrar en este mundo se daña, sino que daña directamente a su entorno, en algunos casos por cometer crímenes para conseguir dinero para su adicción o por dejar al alcance de la mano sustancias psicoactivas que generarán una sobredosis en niños al mínimo contacto, o por haber arrollado a alguien con el auto por tener la percepción de espacio-tiempo sumamente alterada. En segundo lugar debemos pensar en que sin duda alguna es importante que el Estado trabaje pensando en quien consumirá de todas formas pues no le importa, pero las medidas no se pueden convertir en una campaña de sensibilización como la implementada por la Junta Nacional de Drogas – Cuidate y Disfruta – en la que se dan “piques” que, en primer lugar, dan un mensaje dudoso sobre la posición del Gobierno, y en segundo lugar, fomentan el consumo, reduciendo riesgos pero la lógica del “Disfruta” debe salir de la ecuación, lo que no implica un cambio de nombre sino de visión pues el Estado no es el amigo preocupado, el Estado es quien debe prevenir el problema, no un cómplice omiso del mismo.


En tercer lugar es deber fundamental, no por parte de Estado, sino de la ciudadanía en general que se entienda que si bien la marihuana puede generar problemas, la misma también se emplea como un medicamento, y puede que en este momento no entiendas a que apunto, pero piensa en esto, las benzodiacepinas son capaces de generar más de 50 problemas distintos, cada uno de ellos graves, pero es recetada, y al mismo tiempo, se puede conseguir en distintas ferias o en bocas de venta como si fuese una droga más, incluso se utiliza para “cortar” otras.  El problema no es la sustancia, es cómo, por qué, y bajo qué circunstancias es utilizada al igual que el nivel de riesgo real, y no el “moral”.


Llegando al final de este artículo debo decir que he tenido la oportunidad de reunirme con familiares de adictos para conocer sus historias, he conocido lo que debieron soportar, he conocido en lo que sus seres amados se convirtieron “por una dosis más”. Estudios, posibilidades, esfuerzos, amor, dinero, un techo o una cama, abandonaron todo, perdieron la vida, pero continúan entre nosotros, por lo que deseo pedirles que no juzguen a estas familias pues han debido de soportar lo inimaginable para muchos de nosotros, e incluso, algunos, han dicho que prefieren saber que su hijo, su hermana, su padre, no sufre más en nuestro mundo, antes que la incertidumbre y el dolor constante que les hace el hecho no saber qué ha sido de ellos. Y esto, aunque difícil de entender, se los respeto. Gracias, y hasta la próxima.

Entradas recientes

Ver todo
Resumen de la gestión capitalina

Debo agradecer a aquellos que participaron de la encuesta realizada en mi cuenta de Twitter – @Ordeig1 – para, como es costumbre desde...

 
 
 
Carta a Fabiana Goyeneche

Estimada Fabiana Es necesario decirle que cumpliré con el debido protocolo al momento de escribir puesto que considero que la política...

 
 
 

Comentarios


  • twitter

©2020 by La Columna de Ordeig. Proudly created with Wix.com

bottom of page